La Cerbatana

Vivir peligrosamente

De cómo un pésimo guionista fuerza a un personaje alienígena y artificioso a escuchar una entrevista sobre esta novela.

Reseña

Primera escena:

“¿Sobre qué trata esta novela?”, pregunta en la librería un alienígena recién aterrizado, pues busca algo para leer mientras cambian las turbinas de su platillo volador en la Caracas con quince.

Responde el librero:

Es sobre el tiempo, dijo el autor. Es sobre la nostalgia, dijo. También, sobre dos jóvenes que montan una librería. Uno es Juan, un errante en la ciudad, quien arrastra su nombre de hojalata, quien fatiga las calles de Bogotá, quien se tira en el pasto a ver el cielo o a ver las ramas de un árbol.

Porque “¿quién no iba a estar triste en una ciudad con tantos árboles?”. Juan, el que sabe que entre más tiempo vivimos menos comprendemos la vida; Juan: “Confundido como un verriondo, más triste que un perro”. Juan, el que le vende su bici a un poeta fanfarrón por doscientas lucas y se ofende, y luego de que se la vendió sale a correr y lo baja de un patadón y le tira su plata a la cara. Porque Juan prefiere aguantar hambre, prefiere estar con su librería quebrada, no tener servicios de agua o luz o gas, prefiere eso a darle su bici a un imbécil por unas monedas.

(Porque la bici, eso lo sabe todo el mundo, es como un corazón de metal que uno tiene. Es un hogar móvil y nos da la libertad que no nos dará el gobierno. Una bici es escupir en el capitalismo).

Juan narra todo esto en el año 2042, en Gigante, Huila, frente a una ceiba (el árbol de la memoria). Recuerda cuando el futuro estaba acechando como una navaja dispuesta a darle puntazos en la memoria. Juan recuerda su ya desaparecida librería de la juventud —allá por el 2012— y a los mendigos, a esa ciudad plagada de mendigos y de perros callejeros, a esa Bogotá alucinada que giraba a la velocidad de un lirio. Juan evoca, porque la vida con el tiempo se vuelve “un constante recordatorio”.

Juan y Santiago —el otro librero, la otra voz de la novela— terminan jodidos, en la mendicidad, con el futuro mirándolos desde la esquina mientras se toman un tinto mezclado con Domecq.

Santiago narra la librería, antes del derrumbe, en el presente del 2012. Los eventos, las lecturas, la compra de libros por los puestos callejeros del centro, las extorsiones de la policía, los perritos que ayudan con el tráfico de drogas en Teusaquillo a cambio de pan y gaseosa. Santiago sabe que el enemigo es el tiempo. Furiosamente Santiago vive y toma cerveza. Todos siempre estuvimos a la espera. La librería es ese lugar donde la espera le abre la puerta a jóvenes poetas desahuciados que leen como si la palabra fuera un pan lleno de moho, y como si ese pan fuera la única comida que tenemos, porque es la única.

Santiago lidia con los borrachines en la librería y privilegia la amistad por encima de la literatura. A Santiago no le importa la obra, le parece que hay cosas más grandes que eso, que la literatura no existe y quienes quedan son las personas. Ir a la plazoleta de la Pola a beber y fumar yerba, eso es lo que nos une y nos ayuda a combatir al enemigo. Lo otro no existe, es una trampa.

“La puta vida es un carrusel tan malparido y tan doloroso que uno es un estúpido pensando que tiene obra”, dijo el otro día Santiago al frente de su librería.

La librería es una molotov incrustada en la mitad del asfalto. Una librería es una anomalía, una falla en el sistema, un lugar de encuentro para toda esa gente que quiere estrellar su cara contra el cielo y tumbarse los dientes. La librería Danielito Bang es ese agujero negro en el cosmos desportillado de Bogotá.

A Santiago lo atracan en la Caracas, se enamora perdidamente de Juliana y le escribe cartas diciendo que la casa donde vivirían (si vivieran juntos) no tendría número de dirección ni buzón. Ese es el Santiago que junto con Juan fundan esta librería para resistir el peso de la realidad y crean un mundo en su pequeña comarca. Porque la ciudad muta y cambia vista desde la librería, que es como un observatorio astronómico para planear incendios.

El alienígena, después de semejante parla del librero, decide no comprar la novela porque a la velocidad de la luz, la cual alcanza su platillo, el tiempo se detiene y un libro que trata sobre este tópico es absurdo, por lo tanto.

Entrevista

Segunda escena:

En el corrientazo de la Caracas, mientras el alienígena almuerza, pasan por la televisión el programa Mundo enfermo y triste, donde justo están entrevistando al autor de la novela que no quiso comprar y le toca escuchar, porque no hay de otra.

Cristian Garzón: ¿Cuál es la poética de la estructura de la novela, ya que inicia por el final, es decir, por la segunda parte?

Jacobo Santiago: La novela empieza por la segunda parte y va en dirección a la primera, es decir al pasado de la librería, porque Juan muere y cuando uno se muere no puede narrar más. Toca que otro coja la voz. En los dos textos que componen la segunda parte se predice que Juan va a fallecer, él mismo lo dice. Es por eso que vuelve a la tierra de sus viejos y a la ceiba del pueblo, al lugar de origen, porque Juan está protestando contra su muerte, como todos los que se van a morir y como que no quieren la cosa. El tiempo, el enemigo, es quién organiza la narración y la estructura de la obra porque quita y pone. Es el demiurgo.

C: El diario de Juan sin miedo, la segunda parte de la novela, inicia en 2042, cuando ya todo ha pasado: ¿Por qué escoger esa distancia en el tiempo para narrar la juventud y la construcción y decadencia de una librería creada en 2012?

Jacobo: En el libro ya han pasado más de veinte años. Cuando uno ha tenido sueños, seguro veinte años son suficientes para que la vida le pase a uno por encima y lo vuelva mierda. El espíritu de esa parte de la novela es ese: tuve sueños, me di los traques y me emborraché. Viví cuanto pude y hoy soy un nostálgico enfermizo. ¿Para qué?

C: Juan inicia diciendo que todos vamos a morir y al final de su diario hay un silencio, una interrupción que podría leerse como su muerte: ¿cuál es la relación que establece la novela entre muerte y poesía?

Jacobo: La verdad es que uno se muere y tal vez todo se acabe y los libros que leíamos queden por la mitad y los cunchos en las botellas. O tal vez no. Quién sabe. A mí me gustaría pensar que alguien que se acerca a esta novela puede recordar, gracias a la muerte de Juan o a lo que hacen los protagonistas por sostener su librería, que la vida se acaba y que la vida está más allá de la literatura pero que la literatura también nos puede invitar a vivir. Como que vale la pena meterse en una biblioteca a darle a los mamotretos, sí, pero también hay que contemplar a las mariposas. Y eso es un compromiso con una existencia vital y con una literatura que nos ayude a soportar la muerte aún cuando no pueda remplazar a la vida. Y hay mucha gente en esa misma ola, yo creo. Como leyendo autores así y escribiendo libros en esa dirección, me parece. Mucho autor joven, reciente, por leer. Mucha editorial camellándole al asunto, mi perrito, mi Keylord Navas.

C: En la novela Juan y Santiago empiezan con una librería que quiebra y terminan en la mendicidad. ¿Por qué la estética de la mendicidad aparece tanto en la novela, qué ves en esas personas que deciden arrojarse en las calles que te interesa vitalmente?

Jacobo: Creo que son poéticos y ya está. A mí me dijeron que José Donoso era el más bravo para escribir acerca de mendigos y que su poética estaba cifrada en ese lugar. Lindo sería que dijeran eso sobre uno o los libros que uno ha escrito.

C: La primera parte (que está ubicada después de la segunda) es narrada por Santiago, quien habla no tanto desde la nostalgia sino desde el presente vívido de los hechos que conforman la librería, de sus personajes, de sus aventuras peligrosas: ¿qué es esa librería Danielito Bang, que de hecho existe pero que acá alcanza una dimensión poética desde la ficción, donde trasciende su existencia física e histórica? Replanteo la pregunta, más concreta: ¿qué es Danielito Bang tanto imaginaria como realmente?

Jacobo: Danielito Bang es un síntoma de muchas otras cosas que están pasando. Hay muchísima gente escribiendo y publicándose y nosotros somos un residuo visible. Cada autor independiente es una editorial y todo el mundo está participando en proyectos individuales o colectivos, presentándose a premios, tratando de acceder a los estímulos distritales. Como tantas otras librerías, y proyectos independientes, me parece a mí que este espacio es resultado de que el panorama se haya transformado, como se transforman todos los panoramas, y que exista posibilidad de que todos leamos a la otra parte. Yo creo que todo ese proceso ha tomado mucho tiempo y pensar en una trascendencia histórica para un solo espacio me parece un pajazo mental. Todo lo que está ocurriendo con el panorama independiente lo ha luchado mucha gente, tirándole juicio y trabajando. Y habrá un resto de luchas, no solo simbólicas, que vendrán y que tendrán que soportar los que aman a la literatura. Esperar y escribir, mientras tanto, y tratar de que los círculos literarios, a veces tan herméticos, se abran. Que podamos leer siempre todo lo que está más allá y no solo lo que producen los cuatro o cinco grupos editoriales que han decidido, durante tanto tiempo, lo que debe leer todo el mundo. Que vengan los gamines ilustrados. 

C: El humor atraviesa la novela. Hay, por ejemplo, unas charlas absurdas en donde los personajes planean usar a los perros de Teusaquillo como ayudantes para distribuir droga y así poder sostener la librería que se derrumba. ¿Para qué sirve el humor en una novela y en la vida?

Jacobo: A mí me ha gustado mucho del cine gringo que cuando hay que hablar se habla con gracia. Las películas de gangsters son algo así: conversaciones frescas de gente que está bien con el oleaje de su propio movimiento. Nicky Santoro preguntándole a Henry Hill qué es lo que le parece tan divertido o Nucky Thompson increpando al agente federal Van Alden. Tipos que charlan pausadamente y tienen la mente despejada. El humor, si falla, se caga un libro y por eso es tan difícil de lograr que unos personajes se pongan a hablar sobre cualquier maricada. Pero es así de difícil con todo, si uno lo piensa bien. Yo creo que cuando uno empieza a entender el núcleo del oficio del narrador, entonces es capaz de que sus personajes hagan lo que les de la gana y charlen lo que les cante el sorete, pero también de que estén en el mundo como piezas capaces del asombro y de la verdad. Es muy fácil darse cuenta de que una novela está bien construida cuando sus personajes se ponen a tirar caja entre sí. Dostoyevski decía que la risa era fundamental para que uno pudiera concluir si una novela estaba bien escrita, porque la risa también funciona como una ventana al fondo del espíritu y si nadie se ríe, en toda la narración, entonces como que la novela no tiene alma. Yo creo que también hay otras cosas. Hay narradores que solo poniendo a fumar a sus personajes uno ya sabe que está leyendo algo teso, como Kennedy Toole y su personaje Jones, que vive pegado a los cigarritos. Pero si eso es importante ahora imagínense cómo es la vuelta con el humor.

C: ¿Qué es para ti la novela urbana, crees que existe?, lo pregunto porque Mi mayor victoria fue nunca firmar un contrato laboral podría entrar en esa categoría.

Jacobo: No sé. La categoría parece pura mierda. Tres Odres, de Diego Quiroga, es una novela hermosa, y muy triste, que sirve de ejemplo para desmitificar. Sus elementos, los elementos de la novela de Quiroga, quiero decir, entrarían dentro de lo urbano, ¿no? Pero al mismo tiempo su ciudad es esa Bogotá que nadie cuenta, que a nadie le importa, de tiendas de sillas plásticas, repleta de jugadores de microfútbol, con empanadas en la vitrina y el aroma a orinal por todo el sitio. La ciudad que existe, pero de la que nadie ha escrito un libro, porque todos los autores estamos muy ocupados narrando a la Bogotá de la Séptima y Chapinero, en el eterno cliché. Por eso la novela de Quiroga es tan tesa: señala ese absurdo. La literatura urbana es una mentira de los medios.   

C: La poesía es fundamental en la novela. Se ha dicho que esta novela es posiblemente un testimonio de la generación de poetas nacidos en los noventa, que pululan en Bogotá. Santiago, el personaje, quiere escribir un poema de quinientos millones de páginas. ¿La poesía y los poetas son el motor, el motivo de esta novela?

Jacobo: Yo sinceramente no creo que sea tan importante como para decir que alcanza a ser un testimonio de los poetas nacidos en los noventa. En últimas, mis amigos que escriben, y que desfilan por ahí en la narración, no creo que lleguen a ser ni un 10% de los poetas que tiene esta ciudad. Ojalá sea un testimonio de que mis amigos escribieron y de que yo también lo hice, y de que teníamos una librería donde hacíamos vaca para el Domecq, tirando paso y pasándola lindo. Eso sería más honesto. 

C: ¿La experiencia de publicar esta novela cómo ha sido? ¿Qué podrías decir sobre Escarabajo, la editorial donde salió publicada?

Jacobo: Publicar ha estado bien. Ha sido muy nutritivo que a uno lo lea gente de muchos lados porque el diálogo permite fortalecer un proceso en curso, que para uno es importante y por el que uno se está esforzando. También algunas personas identifican lugares de la ciudad con pasajes del libro y eso me ha enternecido mucho. Ojalá en otros libros se pueda conseguir un efecto similar. Eso vale cualquier publicación. Escarabajo me soporta las pataletas. Yo, a pesar de ciertas distancias, les estoy muy agradecido.

C: ¿Quisieras mandar un saludo a algún familiar o persona importante que te haya permitido ser un hippie y dedicarte a escribir?

Jacobo: A mis papás, que me dejaron estudiar filosofía.

Jacobo Santiago

Nació en 1992. Estudió Filosofía en la Universidad del Bosque. Mi Dios es un mendigo que bosteza en invierno, su primera novela, se publicó en 2018 en la editorial Letrame. En 2022 publicó Mi mayor victoria fue nunca firmar un contrato laboral. Dirige el colectivo y librería Danielito Bang.

Cristian Camilo Garzón

Nació en 1997. Es estudiante de Licenciatura en Filosofía de la Universidad Pedagógica Nacional. Ha publicado ensayos y crónicas en las revistas: Puesto de combate, LALT, La raíz invertida, Los hermanos Chang; también ha publicado microrelatos en antologías de la editorial Quarks y en la revista Plesosaurios de Perú. Actualmente codirige la editorial independiente Totuma Libros.

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