La Cerbatana

El horror que producen los vivos

Por Felipe Carrillo Alvear

Sobre Pelea de gallos, de María Fernanda Ampuero, Editorial Páginas de Espuma.

Yo no recuerdo haber leído un libro así. Pelea de gallos es una colección de cuentos que (en su mayoría) profundiza en el terror. Es un terror real, no fantástico, no de muertos vivientes ni fantasmas ni nada paranormal, es un terror que tiene su base en la maldad, el tabú y la violencia que ejecutan unos seres vivos contra otros. La realidad que presenta cada uno de sus escenarios es monstruosa. Está habitada por monstruos y víctimas, y monstruos y monstruos. Los escenarios están plagados de caos y suciedad, eso es lo cotidiano, el punto de partida. De ahí en adelante el horror aumenta (como en las películas en las que esperamos que aparezca un ruido abrupto y una niña en la oscuridad con un cuchillo), aquí esperamos que aumente la perversidad, lo gore, que se rompa otro tabú. Quizá dentro de todos esos desarrollos perturbadores existe una intención de romper la normalidad y normalizar lo marginal, de señalar ese otro mundo que habita dentro de este, ese mundo que ignoramos y escondemos porque se sale de los patrones que creemos habitar. Ese mundo oculto que siempre está presente aunque no queramos ver.

Para lograr ese efecto las narraciones parten de ambientes cotidianos que se desarrollan al margen de lo tradicional. Sus protagonistas no están habituados a estar en el centro y los brillos de los grupos sociales, y no comparten sus costumbres. Sus frases son escuetas en lo lingüístico (apenas algunas repeticiones), breves en extensión, y desde ese punto de partida establecen una sucesión de acciones vertiginosas que se desbarrancan como por un precipicio en el que uno siente que lo que ocurre está mal pero lo que viene puede ser peor. 

«Subasta» es el título del primer cuento, el que más me impactó. No es el más perturbador de todos, pero es salvaje y frenético de principio a fin. Y sobre todo se me quedó grabado porque condesa muy bien durante el relato toda esa denuncia de la maldad ejercida por machos inhumanos (galleros salvajes); y al final, también, da una estrategia para sobrevivir ahí: untarse de mierda y otros excrementos, repeler el deseo, darle un lugar a lo que no lo tiene, camuflarse en ese escenario monstruoso para no ser una presa tierna más.

La mayoría de los cuentos de esta colección tienen ese patrón de vértigo y horror. Pero hay otros con diferente registro, más sutiles, dentro de escenarios más blancos, que denuncian el trato que da un grupo de personas privilegiada e ignorantes frente a otras sometidas, generando una tensión que eventualmente estalla. El que más me gustó por lo impredecible, dentro de ese registro, fue «Coro».Para mí, las películas de terror suelen ser chistosas porque me parecen inverosímiles, porque no creo en entidades paranormales. Pero este libro es otra cosa, es acerca del horror que producen los vivos, es acerca de darle un lugar a lo marginal, y de denunciar lo espantoso de la normalidad (especialmente la violencia machista y de clase social). Mientras lo leía, como si estuviera en una montaña rusa gigante, a veces me producía fascinación esta forma intensa y honda de contar, y a veces también me quería bajar. Al final, me quedo con la eficacia y el significado de una forma de narrar que yo no había leído (de manera tan explícita y descarnada) en ninguna parte. 

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