La Cerbatana

La utopía de la crítica literaria

La utopía de la crítica literaria

Daniel Ángel

La crítica literaria es una utopía en tanto intenta cerrar el círculo de preguntas que se abren a partir de la creación literaria. Siempre he creído que la gran literatura no brinda respuestas de ninguna índole, como lo afirma Walter Benjamin, por el contrario, nos ofrece preguntas que apuntan por conocer el sentido de la existencia de los hombres y de las mujeres, y como dice el premio Nobel peruano al respecto: “no se escriben novelas para contar la vida sino para transformarla, añadiéndole algo” (Vargas Llosa, 2015) en un proceso infinito, como si se tratara de una pintura de Escher. De este modo, creadores como Carlos Fuentes, Lezama Lima, Mario Vargas Llosa o Ricardo Piglia al escribir reflexiones en torno al quehacer literario, al papel del crítico o, justamente, al hacer crítica de otras obras, lo que buscan es cerrar sus propios círculos, como si en algún punto de sus trabajos como creadores existiera la insatisfacción que contiene la palabra poética, pues esta resulta tangencial a la belleza, a la perfección o al entendimiento de lo humano.

            Ahora bien, ¿para qué se hace literatura?, y digo se hace como si se tratara de un ejercicio artesanal, imaginándome a un hombre o a una mujer de manos rústicas forjando entre el fuego un artefacto metálico, y ¿por qué hace crítica?, imaginándome al ser que hace el avalúo de la pieza final. Además, ¿se le puede poner un precio a la obra?, pregunta retórica, pues sabemos que no, sabemos que las obras que han sido descartadas hace dos siglos o hace treinta años han sido rescatadas por los críticos de ahora, porque la literatura nada tiene que ver con el valor con el que sopesamos nuestro consumo, sino que tiene que ver con el valor con el que medimos nuestra pesadumbre y nuestra incertidumbre al buscar en la obra literaria algo que no somos y que quizás nunca seremos. Por lo tanto, la crítica nace como una necesidad de interpretar la reinterpretación que se ha hecho de la realidad a través de la ficción. Sí, es como mirar con unos lentes a través de unos binoculares para acercar bien el objeto a detallar, para percibir sus más ínfimas características y sentirnos por un momento, así sea a la distancia, parte de ello. Se trata del ejercicio de bricolaje, del doble apoyo para poder ver con claridad la realidad y la historia, a partir de la transformación de estas.

            Por otro lado, el ejercicio de la ficción tiene como epicentro la realidad, pero además una necesidad, como mencioné anteriormente, de transformarla y esta sensación de metamorfosis deviene de un sentido rebelde, porque todo acto creativo es rebelde. Para (Piglia, 1998), “todo se puede ficcionalizar. La ficción trabaja con la creencia y en este sentido conduce a la ideología, a los modelos convencionales de realidad y por supuesto también a las convenciones que hacen verdadero (o ficticio) a un texto”. Es decir que la literatura se encarga del mundo de la ficción, de las mentiras, como lo dice Vargas Llosa en su ensayo, no le interesa hablar de verdades fácticas porque el universo moral de la ficción está supeditado a la creación de personajes, arquetipos, o no, de los seres humanos, tan disímiles los unos de los otros, tan extraños e incomprensibles, que de nuevo aparece la línea tangencial de la creación, cuando intentamos abarcar en su totalidad a un ser. Es por esto por lo que “esa es la verdad que expresan las mentiras de las ficciones: las mentiras que somos, las que nos consuelan y desagravian de nuestras nostalgias y frustraciones” (Vargas Llosa, 2015), de aquello que anhelamos o aborrecemos, pero que de una u otra forma quisiéramos ser.

            Por eso mismo, me interesa tanto la novela como género, ya que ella abre sus puertas para que quepa todo tipo de escritura, desde la más mística hasta la más científica. Además, la novela relata historias, cuenta las travesías que trashuman los personajes desde adentro, y de esta forma nos conduce a vivir esa otra vida. Así pues, la novela se convierte en una necesidad, también, del ser humano para revisar el universo moral de los personajes sobre los que lee, en una suerte de experimentación anticipada de la vida; la novela como entrenamiento para vivir, la novela como esa gran falacia que nos acerca más a la verdad de lo que somos, de lo que realmente representamos ante el mundo, no como hecho real, pero sí como hecho verosímil, pues sabemos que no es cierto lo que leemos, no obstante, sentimos y vivimos aquellas vidas de la ficción.

Por consiguiente, al ser la novela un género amplio que reconstruye el mundo y nuestra realidad, y al ser toda literatura la muestra indeleble del paso de los hombres y de las mujeres por la historia, no como simples espectadores, sino como transformadores de esta, la novela se rebela en contra del régimen dictatorial del tiempo, ralentizándolo y enseñando la escala de valores de las sociedades, generando sensaciones de empatía humana que atraviesan las razas y las épocas en las que han sobrevivido los pueblos. Por eso, estos cuatro escritores de ficción citados en este trabajo, y que para este caso fungieron como ensayistas, es tan importante reconocer que fuera de sus preceptos de verdad, de sus inclinaciones ideológicas, sus dogmas, sus gustos, hay otra y otra historia que debe ser contada y otra y otra que debe ser interpretada. Porque los escritores, al final de cuentas, ni cuando leen dejan de ser escritores, sino que escriben de otra forma, leyendo como el mecánico que al conducir interpreta los sonidos del carro que conduce. Y es por esto, también, que el concepto de verdad, la distancia que hay entre el autor y el narrador, está franqueado por un abismo, ya que

La ficción trabaja con la verdad para construir un discurso que no es verdadero ni falso. Que no pretende ser verdadero ni falso. Y en ese matiz indecidible entre la verdad y la falsedad se juega todo el efecto de la ficción. Mientras que la crítica trabaja con la verdad de otro modo. Trabaja con criterios de verdad más firmes, y a la vez más nítidamente ideológicos. Todo el trabajo de la crítica, se podría decir, consiste en borrar la incertidumbre que define a la ficción. El crítico trata de hacer oír su voz como voz verdadera. (Piglia, 1998)

Es decir que la crítica se para sobre el terreno de lo hecho, de lo instaurado en la obra literaria, pero la obra literaria empieza su trabajo desde la infinidad de posibilidades de lo humano, de las decisiones que cualquier ser puede tomar. Y es con certeza, en la experiencia de vida del autor, de lo que le ha ocurrido anteriormente, de lo que echará mano para construir sus universos lingüísticos, de su sistema de creencias o de esa historia oficial con la cual ha crecido y en la que ha debido creer, por eso

La recomposición del pasado que opera la literatura es casi siempre falaz. La verdad literaria es una y otra la verdad histórica. Pero, aunque esté repleta de mentiras —o, más bien, por ello mismo— la literatura cuenta la historia que la historia que escriben los historiadores no sabe ni puede contar. (Vargas Llosa, 2015)

Así pues, por un lado, va la historia, lo que ocurre con sus múltiples perspectivas, teniendo en cuenta que esta se conforma de todos los ojos que la ven y de las manos que la palpan, es decir, se trata de una construcción de la comunidad, no solo de los ganadores, de los que han tenido acceso a la educación y a la capacidad de enunciarla, al contrario de la literatura que es un trabajo silencioso y solitario. Javier Cercas lo dijo en su libro El impostor: “la historia es colectiva y la memoria individual”, y la literatura es un ejercicio de la memoria. Por otro lado,el reflejo del pasado aparece como la profecía de la narrativa del futuro. El novelista, con más puntualidad que el historiador, nos dice siempre que el pasado no ha concluido, que el pasado ha de ser inventado a cada hora para que el presente no se nos muera entre las manos. (Fuentes, 2021)

Porque la vida no se acaba como se han acabado los acontecimientos, las instituciones, hasta los regímenes que parecían intocables se han enmudecido con el tiempo, pero la literatura, la construcción de las obras, la crítica que se hace de ellas son una proyección del universo moral de los hombres y de las mujeres, nos hablan de la capacidad del silencio de las comunidades, y de su capacidad de reflexionar sobre lo que son y lo que quisieran ser.

Trabajos citados

Piglia, R. (1998). Crítica y ficción. Buenos Aires: DeBolsillo.

Vargas Llosa, M. (2015). La verdad de las mentiras. Barcelona: DeBolsillo.

Fuentes, C. (20 de 04 de 2021). En esto creo. Buenos Aires, Argentina.

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