La Cerbatana

Eloy Tizón, un pirómano del cuento

Por Andrés Mauricio Muñoz

Entrevista a raíz de la publicación de su más reciente libro de cuentos Plegaria para pirómanos, Páginas de espuma, 2023.

Quien esté al tanto de la literatura española contemporánea, en especial del género del cuento, que tiene en este país de la península ibérica grandes cultores a lo largo de la historia, sabrá que Eloy Tizón es uno de sus mayores referentes. Llegué a los nuevos nombres del cuento español hace trece años, a raíz de la publicación de la antología Siglo XXI, publicada por la editorial menoscuarto y antologada por Gemma Pellicer y Fernando Valls, en la que se advertía cómo una nueva generación de cuentistas aterrizaba en el género, a través de diferentes posibilidades narrativas, para dar continuidad a una tradición que, para muchos, había alcanzado su punto más alto en los años 50 y 60, con la aparición de nombres como Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Max Aub, Carmen Laforet, Juan Benet, entre otros. En esa antología supe de autores como Pilar Adón, Jon Bilbao, Ignacio Ferrando, Carlos Castán y Elvira Navarro, que hoy son también protagonistas. 

No aparecía Eloy Tizón. Pero como para llegar a la literatura que se produce en una geografía específica existen muchos caminos de diferente andadura, desde las primeras exploraciones posteriores a la lectura de la antología, comenzó a emerger su nombre de manera entusiasta, en la que señalaban su primer libro de relatos, Velocidad de los jardines (1992), como un libro de culto. No es exagerado señalarlo, toda vez que cuando se lee a Eloy Tizón con rigor, se comprende que se está ante un gran conocedor del género, que le permite a su vez transgredirlo, desafiarlo, someterlo a tensiones que amplíen sus linderos, que lo lleven a otras cumbres, lo que para el lector devoto resulta una experiencia exquisita.  A partir de la aparición de ese primer libro, Tizón siguió entregado a la escritura, comprometido con el cuento y con sus mecanismos y engranajes, aguzando su mirada para intuir cómo acometer sus propias osadías, entrega que le ha valido el aplauso sostenido de los lectores y la crítica.

Andrés Mauricio Muñoz: Aunque eres un escritor cuyos lectores siguen con devoción tu trabajo alrededor del cuento, el espacio entre un libro de cuentos y otro en algunos casos supera los diez años. ¿Qué es lo que más tiempo toma en este proceso, definir y abordar un nuevo proyecto narrativo, o es la escritura en sí misma con su proceso de decantación y reposo hasta que te sientas seguro de lo que entregarás al mercado?

Eloy Tizón: Diría que ambas cosas se suman. El proceso en sí es laborioso en mi caso, se trata de ir desvelando y averiguando qué es lo que quiero contar y cómo debo contarlo. No es algo que suceda de golpe y a la primera, sino que voy acercándome a ello poco a poco a base de tanteos, ajustes y descartes; también hago pausas de semanas para que los textos se ventilen y pueda tomar distancia, con lo cual los plazos de publicación se prolongan más de lo habitual. No es algo que me preocupe o agobie; al contrario, disfruto observando ese jardín privado donde los textos crecen y maduran a su propio ritmo biológico. 

Andrés Mauricio Muñoz: Es evidente que eres un cultor consumado del género del cuento, pero también que no solo lo reconoces como género, sino que también lo desafías e interpelas, llevándolo a límites que pocos autores han explorado. De alguna manera tus cuentos pudiesen verse como una suerte de pulso narrativo entre el autor y los lectores conocedores del género y de las referencias literarias. ¿También lo ves así?

Eloy Tizón: Algo de eso hay, desde luego. No me lo planteo tanto como un pulso con el lector, al que considero un cómplice, sino más bien con la propia tradición del cuento. Me gusta estudiar su historia, y cómo ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. Sin embargo, si somos honestos, debemos reconocer que el género solo avanza gracias a un puñado de inconscientes (o de pirómanos, podríamos decir), que en momento u otro desafían las consignas e invierten los mandamientos. ¿Qué sería del cuento sin esos incendiarios? Sin ellos, seguiríamos repitiendo por toda la eternidad el mismo esquema ya manoseado del planteamiento-nudo-desenlace, punto de inflexión, conflicto, arco de transformación del personaje, sorpresa final y demás normativas que pueden servir de libro de estilo para un guion de Disney, pero que tienen poco que ver con una narrativa adulta, autoconsciente y crítica, atravesada por todos los retos y tensiones contradictorias a que nos aboca nuestro presente. 

Andrés Mauricio Muñoz: En tu primer cuento de Plegaria para pirómanos, “Grafía”, se dibujan con sarcasmo y maestría esas zonas colindantes entre el escritor que descolla comercialmente, el autor de culto pero sin el foco del mercado, así como el autor que ante toda suerte de tropiezos intenta construir su obra. Más allá del entusiasmo que producen tus textos en el medio literario, ¿cómo te ves frente a lo que en realidad buscas con la literatura?

Eloy Tizón: Exacto. Muy bien leído. En ese cuento aparecen las tres formas principales de vivir la literatura: desde el llamado éxito comercial, con todo su despliegue cortesano de supuesto glamur, espectáculo y besamanos; desde la relativa marginalidad del outsider, que también posee su propia liturgia, sus dioses y sus mártires; y desde el obrero de la página, con ambiciones juveniles un tanto desaforadas, que lo intenta y fracasa y sobre el que pesa el silencio más opresivo.

¿Con cuál de los tres me identifico? Es difícil decirlo. Autor best seller no soy, eso está claro. Por suerte, tampoco encajo en la definición de maldito, un cliché que me da muchísima pereza. Así que imagino que ocuparé un lugar intermedio en la tabla clasificatoria, la zona más superpoblada de todas, donde nos hacinamos la mayoría de los autores, que no somos genios ni mercaderes.

Sobre todo, en “Grafía” he procurado acercarme con ironía y sentido del humor a ese mundo extraño que conocemos como “vida literaria”, capaz de incubar grandes pasiones humanas; y las pasiones, como bien sabemos, pueden llegar a ser letales.

En lo personal, uno de los aspectos que más me hechiza de la literatura es el grado de intimidad que nos permite alcanzar con el lenguaje. Algo inimaginable para todos aquellos que no escriben. Sin embargo, ese vínculo privado, casi carnal, entre las palabras y yo, a solas, constituye el corazón, la causa y la justificación de todo lo demás. Si algo espero de la literatura, es eso.

Andrés Mauricio Muñoz: Desde tu primer libro de cuentos, Velocidad de los jardines (1992), que de inmediato te reveló como una figura importante del cuento contemporáneo español, pasando por Parpadeos (2006), Técnicas de iluminación (2013) y ahora Plegaria para pirómanos (2023), es evidente una búsqueda de equilibrio entre la voz poética y el narrador, como si se hubiese activado una suerte de contención a lo poético para dar más relevancia a lo narrativo, sin dejarla de lado por completo. ¿Esto es algo que se ha dado de manera natural? ¿Qué tan consciente eres de esto? Recuerdo, por ejemplo, el relieve de esa voz poética en tu maravilloso cuento “Austin”, de Velocidad de los jardines, o también en el cuento “Confirmación del susurro”, de Plegaria para pirómanos.

Eloy Tizón: Sí, estoy de acuerdo con tu lectura. Y te agradezco el cumplido. Al principio, lo poético era una energía un tanto descontrolada, muy potente, avasalladora, que desequilibraba hasta llegar a anular por momentos lo narrativo. La narración no llegaba a desaparecer del todo, siempre se mantenía al menos un delgado hilo, pero es cierto que me acercaba peligrosamente al borde del abismo. Con los años, he ido aprendiendo a integrar mejor esos estallidos líricos (que considero esenciales y me niego a censurar, y a quien no le gusten que lea el periódico), pero que necesitan ser encauzados para no saturar la página. Supongo que eso es parte de mi evolución, no sabría decirte si natural o premeditada; lo más probable es que sea un poco de las dos cosas. En Velocidad de los jardines había mucho más chisporroteo juvenil (a algunos lectores les encanta eso, otros lo detestan, y ambas reacciones me parecen legítimas), mientras que en mis dos últimos libros de cuentos, Técnicas de iluminación Plegaria para pirómanos, imagino que por razones de edad, la poesía se encuentra más contenida e implícita, lo cual, quiero pensar, les da a estos cuentos una mayor hondura. 

Andrés Mauricio Muñoz: Háblanos un poco de Erizo, ese personaje transversal en cierta forma en Plegaria para pirómanos, pero que en ocasiones puede ser bastante sólido en algunos cuentos o un poco más volátil en otros.

Eloy Tizón: Ay, Erizo. Me está dando bastantes alegrías. Es el personaje alter ego que actúa como hilo conductor de los relatos. En el momento en que comprendí que en todos los cuentos se haría notar su presencia, supe que tenía un libro entre manos, incluso habiendo escrito menos de la mitad. También decidí que no seguiría un trazado biográfico lineal, sino que escogería unos cuantos episodios de su vida, sin relación unos con otros, zigzagueantes, sin una cronología clara, de modo que pudiese interpretarse de dos maneras distintas: o bien transmite la sensación de que una sola vida contiene varias vidas; o que se trata de personajes distintos amparados bajo el mismo nombre. Las dos lecturas son válidas. 

*Fotografía de Isabel Wagemann.

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