La Cerbatana

Un escritor de oficio, un premio que no parece tener objeciones

Por Andrés Mauricio Muñoz

Es natural que cuando se concede un premio, sobre todo uno del calibre de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, que concede cien mil dólares a la novela ganadora, comienzan las suspicacias a hacer lo suyo, poniendo su mirada en el sello editorial que publicó la obra o lo mediático que pueda o no ser el autor. Se suele asumir que tras estos galardones residen consideraciones que van más allá de lo literario. En la presente edición, que acaba de conceder el premio al escritor mexicano David Toscana, el mecanismo parece no haberse activado, pues Toscana es un escritor que se ha ganado un lugar a pulso, su trabajo ha sido reconocido tanto por la crítica como  por académicos especializados. Muchos lo señalan como un autor de culto, lo que a él le resulta de doble filo, quizá porque le parece el eufemismo de señalar sus pocas ventas. Toscana habló con La Cerbatana sobre el premio que acaba de ganar.

Andrés Mauricio Muñoz: En la novela El peso de vivir en la tierra, que la Bienal Vargas Llosa acaba de premiar, hay un homenaje a la literatura rusa, a sus autores, sobre todo a los que no claudicaron en medio del agite político de la Guerra Fría, a sus personajes concebidos como un artificio para revelar la vida, con todo lo sublime, pero también lo ruin y miserable. En este propósito te valiste de Nicolás, aquel personaje obsesionado con emular la vida de varios personajes de las novelas leídas. ¿Cómo llegaste a esta idea? ¿Cuál identificas como la génesis de esta novela?

David Toscana: En la casa de mi infancia no había libros, salvo dos: Don Quijote y Crimen y castigo. Desde que las leí hace cincuenta años, quedé marcado por esas dos novelas. El peso de vivir en la tierra nace de ambas. El personaje es un Quijote que, en vez de leer libros de caballería y emular las hazañas de los caballeros andantes, lee literatura rusa, y entonces sigue los pasos de los pequeños oficinistas, asesinos, alcohólicos, prostitutas, tuberculosos, casamenteros…

Andrés Mauricio Muñoz: Dice la crítica sobre tu trabajo que la ironía, el humor y la parodia tienen un papel crucial en la aproximación satírica a la modernidad y a la historia. Quien señaló esto fue Michael Paul Abeyta en 2010, y nos llama la atención que parece estar ligado, también, a la novela El peso de vivir en la tierra. ¿Qué buscas al incorporar estos elementos narrativos que parecen ser tan eficaces sobre los temas que te interesan?

David Toscana: Más que una búsqueda es mi forma natural de narrar. Parto de escenas que tienen algo de absurdo o irracional o kafkiano, y me parece que tales situaciones, aun cuando sean trágicas, exigen un lenguaje que camine en una cuerda floja entre el drama y el humor. Además, el humor suele dar riqueza a los textos porque presenta alternativas de lectura. ¿Qué pasa cuando nos reímos de algo trágico? Nos obligamos a hurgar en nuestras conciencias.

Andrés Mauricio Muñoz: En tu literatura son evidentes el rigor narrativo, el trabajo alrededor de la palabra, la filigrana del oficio, pero también un proceso meditado y decantado en cuanto a las estructuras que pondrás al servicio de una idea que subyace bajo la novela en cuestión. ¿Consideras que una novela como El último lector, en la que reflexionas sobre la literatura como creación artística inauguró esa preocupación tuya por concebir tus proyectos de esta manera?

David Toscana: Tienes razón. En El último lector hay muchos elementos sobre esa reflexión, que normalmente veríamos en un ensayo, con la salvedad de que el ensayo sería mera teoría y en la novela pongo teoría y práctica a la vez. La prosa no es una herramienta para contar una historia; la propia prosa es lo que compone el arte literario. Si la literatura puede ser una de las bellas artes, habrá que encontrar en ella algo o mucho de belleza, y antes que argumentos bellos o personajes bellos prefiero pensar en bella prosa.

Andrés Mauricio Muñoz: Habías ganado ya el Premio Xavier Villarutia, por tu novela Olegaroy, y tu trabajo oscila entre el beneplácito de la crítica, los estudios académicos de tu obra y el aplauso de los lectores que te siguen en un sello comercial de mucha difusión ¿Qué tan importante es para ti este reconocimiento, o los reconocimientos en general?

David Toscana: Comienzan a llamarme “escritor de culto”, que es una manera cortés de decirme que tengo pocos lectores. Uno de mis editores se rio mucho cuando le conté que mi orgullo era estar traducido a diecisiete lenguas sin haber agotado nunca una primera edición. He tenido suerte en algunos premios literarios porque los jueces han comulgado con mi literatura; pero en los premios comerciales organizados por casas editoras siempre me han dado una patada desde la primera ronda.

Andrés Mauricio Muñoz: Una última pregunta, corta, y se pensaría que fácil ¿Aunque eres un novelista consagrado, has pensado en regresar al género del cuento?

David Toscana: Hace mucho que no escribo cuento. El único libro de cuentos que publiqué se titulaba Historias del Lontananza, sobre un bar con ese nombre. Los cuentos tenían relación entre sí y hubo lectores que los vieron como capítulos de una novela. Así es que en la siguiente edición el libro se tituló simplemente Lontananza y ya se lee como un híbrido entre la novela y el cuento.

Una respuesta

  1. Dan muchas ganas de leer a David Toscana y dejar a un lado el desdén que dan los premios de editoriales. Sus respuestas a la entrevista de Andrés Mauricio dan cuenta de un escritor sólido.

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