Sobre Esqueletos de Ángela Briceño
Por Henry Alexander Gómez
“La primera noche se parece tanto a la primera línea” dice Ángela Briceño en uno de sus poemas. En efecto, la primera línea siempre guarda un poco de la noche, en el sentido estricto del espíritu romántico, la noche como una lumbre que brilla y abre sus pliegues para regalarnos una luz todavía más intensa. Lo místico, lo que nace sin comprenderse, lo que se busca, a donde se quiere llegar, la poesía en sí misma y sus secretos.
Pero en Esqueletos esta búsqueda se amplía, la palabra se pone a contraluz para sitiarla e indagar por otra música, aunque es una música que no se escucha directamente, sino que se entiende desde los otros, desde quienes son atravesados por ella. Por eso la importancia del cuerpo, en su movimiento, en su vértigo y resistencia, en la apuesta descarnada por la que se inclina la autora. Sí, el poema es un espacio y una materia atravesada por la música, por ello el poema danza, respira, se despoja de su carne para que el hueso resplandezca en todo su lenguaje.
Un cuerpo se disuelve
con la música
que es sonido líquido que es oscuridad serena
que es posición fetal
La piel no es límite cuando aparecen los colores
me entrego al aire, afirmo mis raíces
Pero el cuerpo del lenguaje son todos los cuerpos. Es así como en en este libro tenemos una exploración extensa que se materializa en diferentes estructuras. La palabra no es geométrica, más bien es vertical, arrítmica. La danza, o la afectación por la música, es aplicada en dosis múltiples y heterogenias. Esta es una obra que examina, cuestiona y reflexiona el cuerpo, o el esqueleto, desde su naturaleza física, espiritual y simbólica, lo que le da una estética que conversa con el expresionismo. La autora nos dice que este libro es una metáfora del cuerpo en tinieblas, donde existe una influencia afortunada de la práctica de danza Butoh, danza de origen japonés que surge en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, a partir de los ataques a Hiroshima y Nagasaki y los efectos y el estado de los cuerpos. Esta idea es impresionante, el poema que ve afectada su naturaleza, que se convierte en un cuerpo polifónico, paródico, en ocasiones intertextual, que alinea de otra forma los puntos cardinales de lo creativo y lo compositivo.
Asintomática -baila
oye acaso el último silbo de tu pecho
irreversible silencio acumulado
porque las palabras saltaban solo en la mente
muda -aislada -no deshecha
batallan las uñas secas espantando el polvo de otro rincón
El cuerpo-poema, el cuerpo-individual, el cuerpo-social, adquieren otras significaciones, deja ser una simple enunciación para convertirse en un universo que dispara una gran cantidad de componentes y focos de luz creativa. La poesía se encara, se expande y se llena de atributos, sean positivos, negativos, mirados desde la visión y la musicalidad particular de la autora. La danza estudia diferentes movimientos, los repite, retoza, por ello la cadencia del poema puede ser en ocasiones atonal, progresiva.
Ya lo ha dicho Anne Sexton: “un poema debería servir como el hacha para el mar helado que hay dentro de nosotros”. EnEsqueletos se desenvuelve una crisis doble, la del lenguaje, pero también la de un mundo en llamas. Está inmerso en un estallido social y político que no deja de repetirse, una danza en la que hombres y mujeres luchan por tener un lugar digno en el que puedan componer su propia música.
Nos hundimos, nos apagamos
al encuentro de la catástrofe vamos sin mecanismos de defensa.
Ya no hay colores a oscuras, cuencas sin ojos andamos
Desatornillan nuestros cuerpos bajo las luces
frente a las cámaras
Los poetas son hijos de su sed, pero también son hijos de la tradición. Parafraseando a Ezra Pound, la verdadera fuente de la poesía es la propia poesía, es allí donde los poetas están más cerca de la música. Ángela Briceño lo sabe muy bien, se abre en un diálogo justo con la palabra para refundarla en su propio lenguaje.